Ella no habla si debe recorrer círculos ensombrecidos, prefiere guardar silencio para no malgastar esa dulzura almibarada que brota de sus ojos, los que de cuando en vez susurran para desarmar esquemas que no desea sobrellevar.
Le teme a la indecisión, o equivocarse y caer en la ansiedad de volver a empezar desde cero y construir nuevamente torres para luego nuevamente tener que derrumbarlas y comezar una y otra y otra vez, es que a Melaní no le sobra el tiempo (un secreto mal guardado : se pasa todo el día amando a quien le roba el pensamiento, entonces si la ecuación porcentual es favorable a quien ama en un 90/10, ¿ c ó m o d e s e a r d e s p e r d i c i a r e l t i e m p o ?).
Miel de Anís, así es, pues en sus manos posee la magia de quien sabe crear mundos nuevos en un abrir y cerrar de ojos, cual extraño bien intencionado para quien cruce el umbral de sus sueños mientras ella canta en un francés improvisado.
Pasa sus noches imaginando las infinitas posibilidades de felicidad que le traerá la vida cuando ponga un pie fuera de su cama, porque ella está segura que cada día nuevo será mejor si esboza una sonrisa al despertar.
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