Contesta el telefono y acepta mi invitación a una velada de intenso placer sadomasoquista, lava tu piel y se puntual, toca el timbre, entra en completo sigilo, sube porque yo estaré en la tina enjuagando el jabón que limpia las huellas de la noche anterior, corre las cortinas y tomame por la cintura violentamente y has que mis piernas se entrelacen por tus mínimas caderas mientras muerdes mi cuello y yo entierro mis rojas uñas en tu cara, tirame contra mi cama y violame como nunca antes, tanto así como para llegar a sangrar, gasta tus energías en cada vaivén desconsolador hasta que juntxs llegemos al orgasmo y en ese instante de mutua inconciencia golpeame hasta que tu puño se canse del roce y deja mi cuerpo caer sobre la pared empapelada con envoltorios de los caramelos que trajiste en cada visita, apreta mi cuello hasta que ya rojizo no pueda hablar ni emular sonido alguno, ata a mi pie izquierdo esa cinta violeta que cuelga de mi edredón hasta asemejar a una zapatilla de ballet y arrastrame por la escalera azotando mi cuerpo en cada escalón, toma las llaves que están puestas en la puerta, abre la reja y antes de llevarme arrastrando al paradero de la micro deja la llave del gas abierta, como si fuera un tren amarrado de un cordel llevame y espera para subirme a la micro mientras mi cuerpo desnudo se llena de barro por la lluvia nocturna que a estas horas de la madrugada se congela junto con mi piel, espanta a los perros que curiosos vienen a probar el cuerpo imantado pseudo inerte
